En cuanto a mí, veré Tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a Tu semejanza. Salmos 17:15[1]
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es. 1 Juan 3:2[2]
Poseedores de una imagen
Desde el principio de los tiempos, Dios ha querido hacernos como Su hijo, Jesús. Es nuestro destino. […] La intención de Dios fue anunciada en el curso de la Creación, cuando dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.
Los únicos seres creados a imagen de Dios somos los humanos. Es un enorme privilegio. Nos otorga dignidad. Si bien desconocemos todo lo que esa frase implica, entendemos algunos de sus aspectos: Al igual que Dios, somos seres espirituales, nuestro espíritu inmortal vivirá luego de abandonar el cuerpo físico; somos seres intelectuales, tenemos uso de razón, pensamiento y capacidad para solucionar problemas; nos relacionamos, al igual que Dios, tenemos la capacidad de dar y recibir amor verdadero; tenemos un compás moral, la capacidad de discernir el bien del mal, lo cual nos responsabiliza por nuestros actos ante Dios.
La Biblia asegura que todas las personas, no solo los creyentes, poseen, en parte, la imagen de Dios. […] Pero la imagen es incompleta, ha sido dañada y distorsionada por el pecado. Por eso Dios encomendó a Jesús una misión: restaurar la imagen perdida.
¿Cuál es la verdadera imagen y semejanza de Dios? Jesucristo. La imagen y semejanza de Dios es Jesucristo. La Biblia dice que Jesús es la imagen misma de Su sustancia, la imagen del Dios invisible y la representación exacta de Su ser. Rick Warren[3]
A semejanza de Dios
El primer capítulo del primer libro de la Biblia dice que «Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó»[4]. En otras palabras, Dios nos hizo muy parecidos a Sí mismo, a Su imagen y semejanza. Somos como Dios. Tenemos la majestad de elegir. Somos parecidos a Dios en nuestro pensamiento, emociones y personalidad.
El hombre fue creado y puesto en la Tierra para elegir entre el bien y el mal, entre hacer el bien o el mal, entre servir a Dios o a sí mismo. Su propósito es descubrir los beneficios que trae servir a Dios, cosechar la felicidad, la alegría y el placer de guardar las amorosas reglas divinas, concebidas para su propio bien, y a cambio adorar y dar gracias a Dios por todo ello, como hijo agradecido de su Padre celestial, que cree y tiene fe en Él, confía en Él y en Su Palabra y la obedece para su propio bien y la gloria de Dios.
Cuando el hombre opta por rebelarse contra Dios y obra a su antojo, sufre las consecuencias de vulnerar la ley del amor de Dios. Produce desdicha, sufrimiento, inhumanidad del hombre para con el hombre, crueldad, atrocidades, guerras, infortunios económicos, angustia mental y muerte.
A Dios le interesan nuestras decisiones. Él está interesado en ver si al concedérsenos la gran facultad de elegir tomaremos las decisiones correctas. Por supuesto, se entristece al ver que decidimos erradamente. Esa es la razón por la que nos puso aquí, y esto es lo que hemos venido a aprender: cómo tomar decisiones acertadas. Dios ha tenido que concedernos la oportunidad de obrar como nos parezca y tomar nuestras propias decisiones para ver qué haremos. David Brandt Berg
Creados a Su imagen
Estamos siendo creados a imagen de Dios. Menos mal que Él destruye constantemente las imágenes que creamos de nosotros y de Dios, si bien a veces nos causa dolor. El mayor ejemplo de ello es la Encarnación. Jesús no fue el Mesías que imaginaron quienes lo esperaban. Tampoco fue el Mesías que nosotros hubiéramos imaginado. No fue en absoluto lo que imaginamos que requeriría de nosotros. No obstante, el Hombre que lloró frente al sepulcro de Lázaro y sudó hasta sangrar en el huerto de Getsemaní nos solicita considerarlo. El nacimiento de Jesús nos revela más de lo que significa la humanidad de lo que podemos emular. Su representación de Dios responde nuestras preguntas sobre la naturaleza divina. Lo hizo mediante un rostro, unas manos, una Cruz. Nos impide erigirnos como iconos perdurables, de la misma manera que no podemos crear una imagen de arcilla y suponer que es un dios viviente. Pero podemos ser modelados a imagen del Dios viviente, cuando permitimos a Jesús moldearnos con las manos del Dios que lo envió. Jill Carattini
Un Dios personal
Los seres humanos somos personas y nos relacionamos como personas porque estamos hechos a imagen de Dios. La diferencia entre nosotros y todas las demás criaturas de la Tierra es que estamos hechos a imagen de Dios, y ellas no. Como dijo William Lane Craig: «Los hombres somos personas, porque Dios lo es; eso nos permite relacionarnos con Él»[5]. El hecho de que Dios tenga características de persona y se relacione como tal no significa que sea humano; más bien es que los seres humanos participamos de las mismas características que Él.
Dios trata personalmente con la humanidad, como se evidencia en la Biblia. Establece relaciones con las personas. Hace acuerdos o pactos, llamados alianzas. A lo largo de la Biblia habla con distintos individuos. Son gestos propios de una persona.
El Antiguo Testamento especifica que Dios intervino activamente en favor de Su pueblo[6]. En el Génesis se ve a Dios en múltiples ocasiones relacionarse como persona con Sus criaturas: en la creación del mundo, en Sus actos y conversaciones con Adán y Eva, en Su establecimiento de alianzas personales con Noé, Abraham, Isaac y Jacob… Y en Su trato con Moisés y los hijos de Israel continuó comportándose como persona.
La Palabra de Dios atribuye emociones a Dios: amor, aborrecimiento, furor, arrepentimiento, dolor, compasión, indignación, paciencia, generosidad, gozo, etc. Son emociones propias de una persona[7].
Cuando Moisés le preguntó a Dios Su nombre, Él se lo dijo: «Yahveh, Yo soy». El hecho de tener un nombre y dárselo a otro es un acto propio de una persona. Tiene también títulos que lo describen como persona, a saber: Padre, Juez, Pastor y Marido[8].
Nada demostró más claramente que Dios actúa como persona que Su revelación de Sí mismo en Jesús. En Jesús, Dios anduvo por la Tierra, y en todo, en cada acto, se condujo como persona, tanto que murió personalmente para que pudiéramos alcanzar la salvación.
Nuestro Dios no es un ser distante y desinteresado. Actúa como persona y se relaciona con Su creación. Se nos ha dado a conocer a través de Su Palabra. Nos ha mostrado cómo es Él. Se interesa en nosotros como individuos. Con la salvación ha dispuesto una vía para que podamos vivir eternamente con Él. Por la fe en Jesús, Dios Hijo, nos volvemos hijos de Dios, lo cual nos permite establecer contacto personal con Él, comunicarnos con Él, oír Su voz y tenerlo como confidente. Él tiene comunión con nosotros, permanece en nosotros y nos ama. Nosotros tenemos comunión con Él, permanecemos en Él y lo amamos. Existe una relación personal entre Él y nosotros. ¡Qué increíble y qué maravilloso! Peter Ámsterdam
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Notas al pie
[1] Versión Reina-Valera.
[2] Versión Reina-Valera.
[3] «Una vida dirigida por un propósito» (Grand Rapids, Zondervan, 2002).
[4] Génesis 1:27.
[5] William Lane Craig, La doctrina de Dios, 4ª parte. Serie de lectura Defensores.
[6] V. Salmos 78, 105, 106 y 136.
[7] El evangelista Oberlin. 9 de octubre de 1839. Oratoria del profesor Finney. Oratoria XVIII, afectos y emociones de Dios.
[8] Padre: 2 Corintios 6:18; Juez: Isaías 33:22; Pastor: Salmos 23:1; Marido: Isaías 54:5.