Dios no ha muerto. Vive y se encuentra en perfectas condiciones. No solo es capaz de hablar a Sus hijos como en otros tiempos, sino que está más que deseoso de hacerlo. Es más, ¡quiere hablarte a ti personalmente!
Puede que te preguntes: «Pero, ¿cómo es posible?» Para entender la respuesta a dicho interrogante —cómo es posible que el gran Creador del universo pueda comunicarse contigo o que siquiera tenga deseos de hacerlo— debes comprender primero el inmenso amor que siente por ti.
Él te ama tanto que envió a Su único Hijo, Jesucristo, a morir por tus pecados, a fin de que pudieras recibir el perdón y el don divino de la vida eterna en el Cielo, con solo creer en Jesús y aceptarlo como Salvador. Si bien Él murió por los pecados de toda la humanidad, lo hubiera hecho solamente por ti. ¡Hasta tal punto te aman Él y Su Padre!
Por amor, Dios te obsequió también la Biblia, en la cual te explica cómo vivir en amor y en armonía con Él y con los demás. Las Palabras divinas contenidas en ese libro son una fuente inagotable de fe, consuelo, aliento, instrucción, sabiduría y fortaleza espiritual.
Sin embargo, no se limitó a eso. Te ama tanto que además de comunicarse contigo por medio de la Palabra escrita, también quiere hacerlo directamente. El amor que te tiene lo lleva a interesarse por ti como individuo, por todos los aspectos de tu vida. Él sabe que abrigas interrogantes y conflictos, y desea darte las respuestas y soluciones a los mismos. También pretende dirigirte palabras de amor y de ánimo para incrementar tu fe y confortarte durante momentos difíciles. Sobre todo, quiere que sepas cuánto te ama a ti en particular. Con miras a eso concibió un medio de comunicación de dos vías, un canal entre Él y tú, a fin de que pudieras dirigirte a Él por medio de la oración y escuchar las palabras que Él te habla específicamente a ti.
Pero ¿qué pasa si no te consideras muy espiritual o no te sientes muy cerca de Dios? Te alegrará saber que Él le habla a cualquiera que manifieste una fe infantil, por pequeña que sea. Y quiere hablarte a ti, a fin de darte ocasión de conocer Su infinita sabiduría y Su ilimitado amor. Desea conducirte paso a paso hacia una relación más estrecha con Él y hacia una comprensión más cabal de Su voluntad y Su forma de proceder.
Dios es capaz de hablarte de muy variadas formas. Mientras lees la Biblia, puede hacer que determinado pasaje llame tu atención e indicarte de qué forma se aplica a tu situación o responde un interrogante que te hayas planteado. En ocasiones puede que ni siquiera te hable con palabras, sino que más bien te dé una impresión o corazonada, algo así como un conocimiento intuitivo sobre algo concreto. Puede que te hable por medio de visiones o sueños muy vívidos. En otros casos quizá te hable por medio de terceros, consejeros inspirados por Dios que pueden ayudarte con su buen criterio y experiencia. No obstante, de todos los medios por los que Dios puede comunicarse contigo, quizá ninguno sea tan sublime ni tan eficaz como el don de profecía.
Más que predecir, profetizar es pronunciar palabras de inspiración divina. Dicho de otro modo, consiste en recibir mensajes directos de Dios. Cuando alguien escucha mentalmente palabras que —considera— provienen de Dios, y las expresa o las escribe, está profetizando.
Tú mismo puedes escuchar palabras del Cielo. Pon a Dios a prueba. Inténtalo y verás si no abre las ventanas de los Cielos y derrama sobre ti multitud de bendiciones y tesoros: las Palabras que te dirija a ti en particular.
Cómo se recibe una profecía
Una vez que te has hecho a la idea de que Dios puede hablarte, ¿qué haces? Te presentamos los principios elementales.
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Tener una relación personal con Jesucristo. Si has aceptado la salvación por medio de Jesús, has cumplido ya con el requisito primordial. Al abrir tu corazón a Jesús diste inicio a una relación íntima con Él. No solamente es tu Salvador, sino también tu Amigo, Maestro y Consejero.
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Llenarse del Espíritu Santo. Poco antes de ser crucificado, Jesús dijo a Sus discípulos que una vez que se hubiera marchado les enviaría el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, para que les enseñase todas las cosas y los condujera a toda verdad (Juan 16:7,13,14). Él ha prometido llenarte a ti también del Espíritu Santo. No tienes más que pedírselo (Lucas 11: 9-13).
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Orar por el don. La capacidad de recibir mensajes de Dios de forma directa —lo que se denomina comúnmente profetizar— es uno de los dones del Espíritu que se detallan en el capítulo 12 de la primera epístola a los Corintios. Dios está más que dispuesto a otorgarte cualquiera de los dones del Espíritu que le pidas, entre ellos el de escuchar Su voz directamente (Mateo 7:7,8) (Si quieres saber más sobre el Espíritu Santo y sus manifestaciones, no te pierdas Los dones de Dios, de la colección Actívate.)
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Hablarle a Jesús. La oración no debe ser un rito, sino una relación viva. Jesús quiere hablarte con la misma franqueza y libertad con que lo haría tu mejor amigo o tu cónyuge; pero la comunicación se tiene que dar en ambos sentidos. Puede que al principio te resulte un poco incómodo si no estás acostumbrado a dirigirte a Él personalmente; pero una vez que comiences a hacerlo con frecuencia, se te hará más fácil. Él te entiende y te ama como nadie. Quiere que le cuentes tus pensamientos más íntimos, tus sentimientos más recónditos y tus sueños y anhelos secretos.
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Leer la Palabra de Dios. Para aplicar correctamente las palabras que te hable Jesús en profecía, es necesario conocer en alguna medida la Palabra de Dios ya transmitida y consignada en la Biblia. Eso también te infundirá fe en que los mensajes que recibes provienen en efecto del Señor. La Biblia es el cimiento. Léela, estúdiala, memorízala y procura que se haga carne en ti.
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Tener fe. La Biblia dice que la fe es la certeza de que conseguiremos lo que aguardamos, aunque al presente no podamos verlo. ¿Cómo se obtiene la fe? Es sencillo: la fe viene deleer la Palabra de Dios (Romanos 10:17). A medida que leas la Palabra y te grabes en la memoria pasajes clave de la misma, tu fe aumentará.
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Pedir. Puede que parezca evidente, pero para recibir algo del Señor en profecía es necesario que primero le pidamos que nos hable. «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3). Haz tu llamada, pues, y recibirás Su respuesta.
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Ser humilde. Nuestro modo de pensar, nuestra actitud interior y nuestros móviles influyen en la claridad con que oigamos palabras del Cielo. Es preciso que tengamos conciencia de que somos débiles, de que no sabemos las soluciones y por lo tanto necesitamos de Él. «Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Corintios 4:7).
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Pedir a Dios que te permita oír Su voz más fuerte que tus pensamientos y te ayude a subordinar tu voluntad a la Suya. Para captar mensajes de Dios tenemos que ser receptivos. Es imperioso que tengamos una actitud abierta, que estemos dispuestos a aceptar cualquier cosa que nos diga, aunque no sea lo que esperábamos ni totalmente de nuestro agrado, o aunque no lo entendamos del todo. Puede que tu idea sea buena, pero Él te demostrará que la Suya es mejor.
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Estás listo para empezar. Comienza por buscar un lugar tranquilo y tomarte unos momentos para hablarle al Señor. Desahógate con Él y agradécele las bendiciones que te haya concedido.
Si tienes una pregunta específica que quieres hacerle, házsela. Esfuérzate por concentrarte y escuchar pacientemente con tu espíritu. Si le has pedido sinceramente que te hable, y tus pensamientos y tu corazón están abiertos a Él, oirás Su voz.
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