Una de las principales enseñanzas que el Señor quiere transmitirnos a todos —una de las más valiosas que podemos aprender en la vida— es la importancia de consultar con Él al momento de tomar decisiones. Él quiere que lo escuchemos directa e individualmente, y que luego pongamos por obra lo que nos indique, no sólo en asuntos de gran trascendencia, sino también en cuestiones sencillas de todos los días. Quiere que le planteemos preguntas concretas a fin de obtener de Él respuestas igualmente concretas.
Consultar con Jesús y hacerlo partícipe de nuestra cotidianidad es algo que puede producir un efecto transformador muy positivo en nuestra vida. Si aprendemos de verdad a detenernos, a plantear nuestros interrogantes al Señor y escuchar Sus instrucciones, hallaremos las respuestas que anhelamos y se resolverán muchos de nuestros problemas.
Si no sabes escuchar a Jesús, pídele que te enseñe. Él está deseoso de instruirte, y no te defraudará. Luego, una vez que hayas recibido el don, debes aprender a aplicarlo para bien. Requiere práctica, que se adquiere dándole muchas oportunidades de hablarte.
He aprendido que aun después que el Señor me ha indicado el rumbo que debo seguir en algún asunto, Él quiere que de cuando en cuando le pregunte si voy bien encaminado. Desea que me mantenga en sintonía con Él. Así, en caso de que quiera pasarme nuevos datos o instrucciones, puede hacerlo.
No basta con que oremos al iniciar un trabajo: «Jesús, ayúdame con esta tarea», y después simplemente nos pongamos manos a la obra. Si no hacemos un alto de vez en cuando y le preguntamos si hay algo más que quiere decirnos sobre la labor y cómo realizarla, es fácil que desaprovechemos Su ayuda.
Es preciso que sigamos consultando con Él, pues a lo mejor quiere que modifiquemos el rumbo. Nosotros venimos a ser el timonel de la nave; Jesús es el capitán. Nos hacemos a la mar y sabemos en líneas generales el rumbo que debemos seguir. Si vamos con destino al oeste, enfilamos en esa dirección. No obstante, es posible que al cabo de un tiempo las corrientes o alguna tempestad hayan desviado la nave y que el capitán, Jesús, que en todo momento conoce nuestra ubicación exacta, nos indique que debemos ajustar un poco el rumbo hacia el noroeste o hacia el suroeste. Ahora bien, si no corregimos nuestro rumbo consultando con el capitán, es decir, si no sintonizamos con Jesús para que nos indique cómo debemos ajustarlo, es posible que no lleguemos al destino preciso que Él nos ha marcado o que demos un rodeo para alcanzarlo.
Para recibir instrucciones del Señor es preciso que tengamos una actitud abierta y que nos mostremos dispuestos a hacer lo que Él nos diga. Los requisitos más importantes para escuchar a Jesús son los siguientes: 1) desear de todo corazón saber lo que más conviene a todas las partes o actores y obrar en consecuencia; 2) pedir a Jesús que nos permita distinguir entre Su voz y nuestros propios pensamientos; 3) aceptar las instrucciones divinas escritas en la Biblia y llevarlas a la práctica como Dios mejor nos dé a entender y con el mayor esmero; 4) creer que el mensaje que captamos proviene directamente de Él; y 5) tener fe para traducirlo en hechos.
Todo eso no se aprende de la noche a la mañana, particularmente si no tenemos la costumbre de acudir a Jesús en oración cuando estamos en aprietos o tenemos alguna inquietud o pregunta. Hace falta práctica y disciplina. Pero no hay que desanimarse. Podemos empezar dando unos pasitos; y así, a medida que aprendamos a consultar con Él con frecuencia, nos ahorraremos tiempo, las cosas marcharán más rápido y con menos sobresaltos, cometeremos menos equivocaciones y lograremos más.
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