Cuando Pablo dijo que se hacía de todo para salvar a algunos[1], fijó una pauta perdurable para toda obra misionera. El Señor se valió de Pablo en numerosas ocasiones para que hablase ante magistrados, gobernadores y personas influyentes de las diferentes regiones que recorrió en sus viajes. También sabía llegar a la gente sencilla y ganó muchos discípulos entre ella. Al integrarse con gente de los diferentes sitios en que trabajó y testificó pudo establecer exitosamente grupos de creyentes y llevar el mensaje a hombres influyentes, que a su vez lo ayudaron a difundir todavía más el mensaje.
Si verdaderamente vamos a integrarnos con todos, debemos estar dispuestos a adaptar nuestra apariencia a las personas a las que queremos llevar el mensaje. Naturalmente, si predican a la juventud radical, querrán causarle una impresión que les resulte agradable y que facilite que capten el mensaje del evangelio. Pero cuando quieran conquistar a profesionales o académicos, probablemente tendrán que adaptar su enfoque a fin de encontrar puntos de confluencia y por lo tanto que se interesen en la testificación de ustedes.
Algo que está estrechamente ligado con integrarse es la importancia de entender la cultura del lugar donde viven y ser sensibles a ella, en particular cuando son misioneros en tierras extranjeras. Para ello hace falta ser conscientes y respetuosos de la mentalidad de los naturales, de su historia, sus costumbres, tradiciones, feriados y otros aspectos culturales. También es útil conocer un poco sus principales religiones y política y eso proporciona un contexto acerca de sus opiniones. Así podrán entenderlos a fin de testificarles mejor, además evitarán ofenderlos con su ignorancia.
También es prudente estar al tanto de las noticias y sucesos importantes en el lugar donde viven, de modo que con sus palabras y su testificación tengan en cuenta los asuntos importantes del país. Desconocer las costumbres y normas del país puede ofender a alguien innecesariamente. Entender la cultura del país, y lo fundamental de la historia, la geografía, la sociedad y política del país en que viven, les dará la posibilidad de comunicarse con la gente y entender los asuntos que le importan, y se percibirá como una señal de respeto por su cultura.
El Señor quiere que hagamos nuestra parte por ser culturalmente sensibles a fin de que nos relacionemos mejor con las personas a las que nos ha enviado a testificar, para compenetrarnos con las costumbres y modos de la gente a fin de que conquistemos algunos por todos los medios posibles. Esforzarse verdaderamente por adaptarse a la cultura e integrarse con los naturales ha demostrado ser vital para el éxito misionero. Los observarán para ver si predican con el ejemplo. Tener presentes las expectativas culturales de cortesía, conversación y normas sociales se interpreta universalmente como una señal de respeto que puede abrir puertas para que la gente se interese por el evangelio. Peter Amsterdam
Encontrar puntos de confluencia
«Con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos». 1 Corintios 9:22[2]
A Jesús no le preocupaba que otros lo acusaran de ser amigo de pecadores[3] porque hacía exactamente lo que el Padre lo envió a hacer: convencer a hombres y mujeres para que hagan las paces con Dios[4]. Asimismo, debemos representar a Jesús, hablar en Su nombre a los que todavía están afuera, por así decirlo. Sin embargo, algunos estamos tan aislados y desconectados de los que no son creyentes que muy pocas veces tenemos conversaciones profundas con ellos. […]
Las acciones de Jesús indican que nuestra testificación a los que no son creyentes empieza con una amistad. Nos ganamos el derecho a llevar el evangelio por medio de la relación que tengamos con alguien, en la que demostramos que nos preocupa la persona, no solo las estadísticas de bautismo. El apóstol Pablo nos anima a que encontremos puntos en común con quienes no son creyentes. Hallar puntos de convergencia es un acto de amistad; nos guía para que busquemos lo positivo en vez de lo negativo en los que no tienen nuestras creencias.
Cuando Jesús se encontró con la mujer junto al pozo, señaló lo que los dos tenían en común en vez de las cosas que legítimamente Él podría condenar[5]. Por consiguiente, ella no solo hizo amistad con Dios, también llevó a sus amigos y familiares a la presencia de Jesús. Jon Walker
Búsqueda de un entendimiento con los escépticos
Al comunicarte con escépticos, empieza estando de acuerdo en lo que se pueda. Muchos más escucharán. A este enfoque lo llamo la «apologética de la defensa». Te diriges a la persona como un defensor en vez de como un adversario. Crees algunas de las mismas cosas que esa persona. Expresar tu acuerdo puede atravesar las barreras emocionales y comunicar que estás a favor de la persona en vez de estar en contra de ella. Puede hacer que esté más dispuesta a examinar puntos de desacuerdo.
No transijas en cuanto a las verdades bíblicas; pero desde el principio expresa en qué estás de acuerdo. Pablo aplicó ese método. Escribió: «Me he hecho esclavo de todos para llevar a muchos a Cristo. Cuando estaba con los judíos, vivía como un judío para llevar a los judíos a Cristo. […] Cuando estoy con los gentiles, quienes no siguen la ley judía, yo también [me adapto a ellos tanto como puedo]. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos. Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia» […][6]
Este es un experimento: La próxima vez que encuentres a alguien que tenga una opinión distinta a la tuya, respira hondo. Ora. Pide a Dios que te ayude a identificar tres aspectos en los que están de acuerdo. ¿No puedes encontrar tres? ¿Y uno? Habla primero de eso. Conviértete en defensor. Tal vez aceitarás algunos engranajes atascados, en el aspecto emocional e intelectual, y le darás un empujoncito a esa persona para que se dirija hacia Dios. Rusty Wright[7]
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