En el conocido y hermoso capítulo 15 de Juan, Jesús dice: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos (sarmientos); el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer. El que en Mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden» (Juan 15:5,6). Cuando nosotros, los sarmientos, no permanecemos en la Vid, es decir, no permanecemos en Cristo, en Su amor y en Su Palabra, entonces dejamos de dar fruto, nos secamos y somos echados fuera.
No nos perdemos, no dejamos de ser salvos, pero sí somos desechados porque ya no tenemos ninguna utilidad para Dios y Su reino. Sin la savia del Espíritu de Dios no es posible la vida. Tenemos que estar firmemente implantados en la Vid para recibir la savia, la vida y el alimento del espíritu directamente del Señor. En gran parte nuestro crecimiento depende de nosotros mismos, de cuánto alimento recibamos. No nos separemos, pues, de la Vid.
Jesús dijo: «Separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). Pero si permanecemos en la Vid como un pámpano, podemos dar hermosas hojas y mucho fruto para que Él y el Padre sean glorificados (Juan 15:8).
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