«Viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida». Juan 5:28–29[1]
«Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es». 1 Juan 3:2[2]
Cuando venga Jesús, tendrá lugar un milagro portentoso: la Resurrección. Todos los que le pertenecen, todos los salvos, experimentarán una resurrección gloriosa: o bien resucitarán de entre los muertos, o serán transformados al instante y levantados de la misma faz de la tierra, de entre los vivos. Y entonces nos iremos todos con el Señor a celebrar la gran Cena de las Bodas del Cordero, mientras la ira de Dios desciende sobre los que hayan quedado en la tierra.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento mencionan el regreso de Jesús y nuestra subsiguiente resurrección. Se nos relata muchas veces y de muy diversas maneras ese gran acontecimiento apocalíptico. Aunque la palabra «arrebatamiento» en sí no figura en las Escrituras, nos resulta muy útil por ser un término que resume la venida del Señor sobre las nubes, el sonido de la trompeta, los muertos que resucitan, los salvos vivos que son traspuestos y la reunión de todos nosotros con el Señor.
El apóstol Pablo ofrece una perspectiva muy reveladora sobre tan maravilloso acontecimiento en el cuarto capítulo de la primera epístola a los Tesalonicenses: «Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza»[3]. Es como si nos dijera: «No quiero que sean tan ignorantes que no sepan lo que va a pasar cuando venga Jesús. No quiero que se lamenten por la muerte y no se den cuenta de que va a haber una resurrección».
«Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él»[4]. Eso de «los que durmieron en Jesús» es una expresión muy frecuente que significa «los muertos en Cristo», como lo explica el versículo 16 de este mismo capítulo: los cristianos nacidos de nuevo que murieron en el Señor y ya se fueron con Jesús. Todos nuestros seres queridos que pasaron a mejor vida están ya con el Señor. Se podría decir que sus cuerpos duermen y han vuelto al polvo, si ya llevan bastante tiempo enterrados. Pero ellos mismos, sus espíritus, no están durmiendo en la tumba. Están con Jesús. «Porque estar ausente del cuerpo es estar presente al Señor»[5]. Partieron y están con Cristo, lo cual es muchísimo mejor[6].
Jesús volverá con los espíritus de los santos difuntos para que puedan recoger sus cuerpos nuevos resucitados. Dios quiere demostrar que es capaz de resucitar a los muertos, y por eso los resucitará de los muertos, tal como suena, pero con un cuerpo nuevo: un cuerpo nuevo resucitado como el que Él tenía después de resucitar. ¡Será muy hermoso! Sus nuevos cuerpos resucitados, gloriosos y sobrenaturales, se levantarán y se reunirán con sus espíritus al momento de la venida de Jesús.
De manera que los muertos en Cristo volverán con el Señor, y dice que «nosotros los que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor —los que aún viviremos cuando venga Jesús— no precederemos a los que durmieron»[7]. Lo que quiere decir aquí exactamente es que los que estén vivos no precederán, no irán antes de los que durmieron. Dice el Señor que dejará que ellos resuciten y se levanten primero. Los que murieron en el Señor y se fueron con Él serán los que resuciten primero.
«Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire»[8]. Dios, de forma repentina, sobrenatural, milagrosa y poderosa, agitará la varita mágica de Su poder, y ¡zas! Todos los que vivamos seremos transformados, traspuestos y resucitados con un cuerpo incorruptible para recibir al Señor en el aire. Dicen que es muy emocionante lanzarse en caída libre antes de abrir el paracaídas. Pues bien, nuestros cuerpos serán transformados al instante, ¡y un cuerpo que simplemente está vivo se convertirá en un cuerpo que vivirá para siempre!
«Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos» —no todos moriremos en el Señor, sino que algunos seguiremos con vida cuando Él venga— «pero todos seremos transformados»[9]. Dice que es un misterio, porque resulta muy difícil de entender y explicar. ¿Cómo se explica que un cuerpo viejo, corrompido y podrido que lleva cientos o incluso miles de años en una tumba, cobre vida quedando completamente sano y aun mejor que antes?
Todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, con la misma rapidez con que se guiña o se cierra y se vuelve a abrir el ojo. «¡Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y todos seremos transformados!»[10]
«Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad»[11]. De una manera milagrosa, Dios hará con nuestros cuerpos lo mismo que hizo con el de Jesús. Claro que Jesús no estuvo muerto tanto tiempo como lo han estado algunos.
«Y Él transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas »[12]. ¡Serás como Jesús después de que resucitó! Él andaba con Sus seguidores y hablaba con ellos. Hasta comió y bebió con los apóstoles. Una vez cocinó para ellos[13]. Con tu cuerpo resucitado podrás comer, dormir, beber, y todo lo que puedes hacer ahora. Pero también podrás hacer algunas cosas que nunca pudiste hacer con tu cuerpo físico.
Jesús no solo podía realizar todas esas funciones naturales, sino que estando los apóstoles en una habitación cerrada con todas las puertas atrancadas, entró de pronto andando atravesando la puerta que estaba cerrada[14]. Podrás atravesar paredes y puertas, atravesar volando los techos, y aparecer y desaparecer como lo hacía Jesús. Podrás viajar, no a la lenta velocidad del sonido o a la de la luz, ¡sino con la del pensamiento, y desplazarte de un lugar a otro!
Cuando Jesús se apareció repentinamente de la nada ante Sus discípulos en aquella habitación cerrada, dice que estaban «espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu»[15]. ¡Casi se mueren del susto, porque pensaban que estaban viendo un fantasma! Pero Jesús les dijo: «Tóquenme, pálpenme, vean que soy Yo mismo; porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que Yo tengo»[16]. No dijo carne y sangre porque «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios», ya que «la vida de la carne en la sangre está»[17].
El cuerpo resucitado de Jesús era de carne y hueso. Pero claro, era muy diferente de los cuerpos que tenemos actualmente. Y cuando Tomás dudó y Él le dijo: «Pon los dedos en las señales de los clavos y mete tu mano en la llaga de mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente»[18], si aún tenía las heridas, eso demostraba que tenía que haber sido el mismo cuerpo con el que murió.
Cuando venga Jesús y suene esa gran trompeta, cambiarás el modelo viejo, gastado, carnal y terrenal que tienes actualmente por otro celestial, totalmente nuevo, como el que tenía Jesús después de resucitar. «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es»[19]. Cuando venga Jesús, lo veremos tal cual es, cara a cara, y seremos como Él.
Los cuerpos sobrenaturales, milagrosos, resucitados y transformados del futuro serán como los de los ángeles de Dios. «Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección»[20].
Pero recuerda que por el solo hecho de tener ya tu cuerpo nuevo resucitado no dejarás de ser tú mismo. Hasta seguirás teniendo un aspecto bastante parecido, solo que mejor, mucho mejor. Pero serás tú mismo, con el mismo cuerpo, pues de lo contrario no sería una resurrección. Y si el cuerpo físico y carnal de alguien ha regresado completamente al polvo, o en el caso de que lo hayan incinerado y esparcido sus cenizas por una extensa zona, si Dios tiene que reunir cada uno de los protones, electrones y neutrones, recomponer los átomos por completo y recuperarlos de la tierra, de las cenizas, del humo —lo que sea o donde sea que hayan ido a parar—, pues lo recompondrá.
«Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu, que vive en ustedes. Con Su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria». «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» «Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo»[21].
Notas al pie
[1] NVI.
[2] A menos que se indique lo contrario, todos los versículos de la Biblia han sido tomados de la versión Reina-Valera 1960.
[3] 1 Tesalonicenses 4:13 NVI.
[4] 1 Tesalonicenses 4:14.
[5] 2 Corintios 5:8.
[6] Filipenses 1:23.
[7] 1 Tesalonicenses 4:15.
[8] 1 Tesalonicenses 4:16–17.
[9] 1 Corintios 15:51 NVI.
[10] 1Corintios 15:52.
[11] 1 Corintios 15:53.
[12] Filipenses 3:21.
[13] V. Lucas 24:43; Juan 21:9–14.
[14] V. Juan 20:26.
[15] Lucas 24:37.
[16] Lucas 24:39.
[17] 1 Corintios 15:50 LBLA; Levítico17:11.
[18] Juan 20:27.
[19] 1 Juan 3:2.
[20] Lucas 20:36.
[21] Romanos 8:11; 1 Corintios 6:14; 15:54–55, 57 NVI.