El libro del Apocalipsis predice que, antes del regreso de Jesús, un dictador al que se conoce como el Anticristo gobernará el mundo durante siete años. Abolirá todas las religiones e insistirá en que todos le rindan culto. Juntamente con su jefe de gabinete, a quien el libro del Apocalipsis llama el «falso profeta», también instituirá la «marca de la Bestia», con el objetivo de establecer un control político y económico absoluto.
La marca de la Bestia se instaurará a la mitad de esos siete años en que el Anticristo ostentará el poder, al inicio de la Gran Tribulación. Esa conclusión se fundamenta en los siguientes pasajes de la Biblia:
«[El falso profeta] hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la Bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la Bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13:16-18).
Sabemos también que el Anticristo firmará un acuerdo o pacto de siete años, el cual romperá a la mitad de ese período: «Por otra semana [siete años] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana [al cabo de 3½ años] hará cesar el sacrificio y la ofrenda» (Daniel 9:27).
Otro dato que tenemos es que, después que el Anticristo viole el pacto, su falso profeta erigirá algo llamado la «abominación desoladora» en el «lugar santo», presumiblemente dentro o cerca del templo judío que pronto ha de reconstruirse en Jerusalén en el Monte Moriá. «Se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora» (Daniel 11:31).
Quinientos años después que Daniel profetizara ese acontecimiento, Jesús se refirió a él —y a otros más— en respuesta a una pregunta de Sus discípulos sobre cuál sería la señal de Su venida y del fin del mundo: «Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel [...], habrá [...] gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. [...] Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, [...] verán al Hijo del Hombre [Jesús] viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria» (Mateo 24:15,21,29,30).
Volvamos al pasaje inicial —Apocalipsis 13:16-18— sobre la imposición por parte del falso profeta de un sistema económico bajo el cual nadie podrá comprar ni vender si no tiene la marca de la Bestia: una vez más, parece bastante seguro que esto será a la mitad de los siete años en que gobernará el Anticristo, al comienzo de la Gran Tribulación.
En este momento sólo cabe conjeturar qué forma tendrá esa marca. Bien podría tratarse de un diminuto microcircuito integrado o de una etiqueta de identificación por radiofrecuencia (RFID) que se implante debajo de la piel y se conecte con una base de datos en la que figuren los datos personales y el estado de cuentas del portador.
¿Cuánto falta para esto? Es imposible predecirlo; pero considerando el ritmo al que avanza la tecnología, podría suceder pronto. Durante casi 2.000 años, desde que el apóstol Juan escribió ese pasaje sobre el sistema económico mundial del Anticristo y hasta hace muy poco, se trató de algo inconcebible. Hoy en día, con los ordenadores, la Internet, la banca electrónica y la creciente globalización de los mercados y economías del mundo, ya no es tan impensable.
De todos modos, todavía no existe la infraestructura tecnológica que requerirá el Anticristo para llevar a cabo su plan de controlar económicamente a todo el mundo. No puede vigilar todas las transacciones comerciales del planeta mientras no exista una red integrada de banca electrónica, con estándares universales. Eso es algo para más adelante. Sin embargo, teniendo en cuenta lo rápidamente que avanzan las cosas en esa dirección, bien podría darse en un futuro relativamente cercano.
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