Una situación de mucho movimiento o mucho cambio puede ocasionar incertidumbre, inquietud e incluso algo de temor, preocupación o desaliento. No sabes cómo saldrás adelante ni qué te deparará el porvenir.
La confianza en Dios no garantiza que los cambios vayan a ser fáciles, ni que las dificultades o emociones complicadas vayan a disiparse rápido; pero sí es un indicador de que le estás permitiendo actuar en tu vida y en tus circunstancias y estás adoptando una postura que lo faculta para conducirte a un futuro nuevo y fructífero.
La transición hacia nuevas situaciones puede ser parte del plan de Dios para colocarnos a todos donde Él quiere que estemos y alistarnos para lo que nos tiene reservado. Por mucho que te cueste aceptarlo, si Él te pide que efectúes algún cambio, o si otra persona toma una decisión que te afecta a ti, es posible que esa sea Su manera de decirte que, en cierto sentido, Él tiene algo nuevo, algo mejor para ti. Ese cambio en las circunstancias dará lugar a nuevos retos y te ofrecerá la oportunidad de desarrollarte como persona. Es posible que tu nueva situación genere espacio para futuras posibilidades que de lo contrario no llegarían a existir.
Una nueva situación o realidad le da a Dios ocasión de actuar novedosamente en tu vida. Es posible que no reconozcas de inmediato los efectos positivos del nuevo rumbo que toman tu vida o tu trabajo; de hecho, en el momento puede que el viraje no te parezca en absoluto favorable. No obstante, un cambio que te lanza por una nueva senda puede conducirte a nuevas experiencias y mayor crecimiento y fruto, algo inalcanzable si hubieras seguido por el camino trillado de tu pasado.
Abrazar el cambio te permite responder a oportunidades futuras, oportunidades que cristalizan porque te atreves a desprenderte de lo que tenías y a desplazarte en la dirección que Dios te indica. Para cambiar hace falta fe. Es preciso luchar contra el temor y la incertidumbre. Puede ser muy intenso. Pero bien vale la pena la lucha a fin de descubrir lo que Dios te tiene reservado para más adelante. Recuerda que mientras nosotros andamos por fe, ¡Él anda por vista! Así pues, pon tu mano en la Suya y deja que te guíe, paso a paso, hacia tu futuro.
Incluso cuando da la impresión de que los progresos son lentos y las circunstancias no muy prometedoras, Dios siempre tiene un designio en lo que permite que nos ocurra. A medida que te encuentres en nuevas situaciones, es muy probable que empieces a ver el mundo que te rodea con otros ojos, desde una perspectiva distinta, y que llegues a comprender mejor tu pasado, tu presente e incluso lo que te pueda deparar el futuro.
En épocas de grandes cambios, te reconfortará saber que el gran Pastor vela por ti y te cuida. Me gusta concebir el futuro como un misterio que uno va desentrañando, como un paquete de sorpresas que uno va desenvolviendo, una por una, en cada etapa del recorrido, a medida que aprende más sobre sí mismo y toma conciencia de lo que puede llegar a ser y del plan que Dios tiene para él.
Creo que un día todos podremos volver la vista atrás y constatar con satisfacción que los pasitos tambaleantes que dimos en el camino de la vida se han transformado en progresos confiados y seguros. Eso es fruto de la experiencia y, claro, de apoyarse en Jesús. Es consecuencia de tener una actitud positiva, de alabanza, que nos asegura que Dios continuará perfeccionando lo que ha comenzado1.
En mi opinión, con la ayuda de Jesús podemos solventar lo que sea que nos depare la vida y hacer frente a toda dificultad con fe, gracia y optimismo. Los cambios que Dios introduzca no solo pueden transformar nuestra vida, sino también despertar en nosotros y hacer florecer ciertas cualidades y características que quizás ahora permanecen parcialmente latentes. Todos somos una obra en curso, y lo que hoy parece tener poco valor para nosotros tal vez mañana acabe siendo un valiosísimo tesoro. Hay un propósito en las circunstancias en las que cada uno se encuentra, hay significación en cada oportunidad, y una razón para cada cambio en que nos embarcamos y cada paso que damos.
Si los cambios por los que estás pasando te producen aprensión o inquietud o si te identificas con algunas de las situaciones que he mencionado en este artículo, anímate. Abraza los cambios que Dios te presenta, con la certeza de que Él está contigo. Si tu deseo es complacerlo, Él te guiará y contestará tus oraciones.
Puedes tener la tranquilidad de que «tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: “Este es el camino; síguelo”»2, y esa voz no te fallará. Eso no es optimismo; ¡es una promesa del Señor!
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